El Prado de la Vega, el pulmón verde de la localidad y punto de encuentro habitual para la celebración del Lunes de Aguas, ha vivido este año una jornada atípica. A diferencia de otras ocasiones, en las que el espacio se llenaba de grupos de amigos y familias dispuestos a compartir el tradicional hornazo, este año las previsiones meteorológicas han jugado un papel disuasorio, resultando en una notable ausencia de participantes.
Aunque la lluvia apenas ha hecho acto de presencia, limitándose a algunos momentos puntuales, y el sol ha brillado durante gran parte de la tarde, la incertidumbre climática ha motivado a muchos a buscar alternativas para la celebración. Los pocos grupos que han desafiado las previsiones han podido disfrutar de una jornada más tranquila de lo habitual, en un entorno que suele vibrar con la alegría y el bullicio de esta fiesta.
El Lunes de Aguas es una tradición profundamente arraigada, cuyo origen pertenece a una historia de privación y desenfreno al mismo tiempo que de obediencia y lujuria. Una fiesta pagana, celebrada a finales de cuaresma, cuyas raíces encontramos en el siglo XVI, y que hoy en día es una fiesta que se celebra con una merienda al aire libre en la que el hornazo es el protagonista. Este día representa una ocasión especial para disfrutar de la naturaleza y la compañía de familia y amigos.
Este año, sin embargo, el Prado de la Vega ha ofrecido una imagen inusual, reflejo de cómo la incertidumbre puede influir en nuestras tradiciones. A pesar de ello, el espíritu del Lunes de Aguas sigue vivo entre aquellos que, con o sin lluvia, deciden mantener viva una tradición que forma parte de la identidad local.